Me
llamó la atención lo que le oí comentar el pasado domingo al ministro de
Asuntos Exteriores en El Objetivo, el nuevo programa de Ana Pastor, en la Sexta
TV. Para defender la marca España presumió el hombre de que el nuestro es el
primer país de Europa, y el segundo del planeta, en cuanto a kilómetros de vía
férrea para trenes de alta velocidad. ¿Alguien se podía imaginar que esto fuera
posible hace tan sólo 20 años? Y presumió también de nuestro sistema de
atención sanitaria, incluso a pesar de los recortes. El tercero del orbe
civilizado en cobertura y calidad vino a decir, aunque con otros términos, sin
morderse la lengua.
He
aquí una de las causas de nuestra deuda pública –no más elevada que la que
arrastran los principales países europeos– y he aquí igualmente parte de la
herencia de la que el Gobierno de don Mariano Rajoy tanto se ha quejado hasta
la fecha. Como ya he afirmado en alguna otra ocasión al referirme a este mismo
asunto, para evaluar la economía de un estado no sólo se ha de mirar hacia lo
que debe como tal, sino también hacia lo que posee. En esto tenía y tiene el
señor ministro más razón que un santo.
¡Qué
lástima que algunos de los que son sus compañeros de filas, tanto en su partido
como en el ejecutivo, no hubieran defendido tales ideas en el exterior con
igual ahínco cuando hace dos, tres y cuatro años estaban en la oposición! Tal
vez otro Margallo nos hubiese cantado. O quizá no. ¡Y qué lástima que argumentos
de ese tenor no hayan pesado, o no, al menos, lo suficiente, a la hora de echar
mano a las tijeras para ajustar el presupuesto!
Para
mí que el problema no está ya tanto en el legado que el actual gobierno recibió
sino en el que entregará al que le sustituya como continúe por la actual senda.
Aun siendo consciente de que el progreso nunca es lineal, hace no mucho se veía
como algo poco probable el riesgo de una involución. Tanto que incluso la propia
palabra –¡qué ingenuidad la nuestra!– sonaba a algo así como tema de novela o
película futurista made in Hollywood.
Tal era el optimismo reinante. Sin embargo, ya ven, nada más lejos de la
realidad. A juzgar por lo que en el último lustro ha venido y viene ocurriendo,
con la crisis como pretexto. La cosa está pasando de castaño a oscuro y vamos
para atrás, como los cangrejos, o como “la
perala”, que diría mi abuela.
Regresamos
a aquellos tiempos en los que estudiar en la Universidad era un privilegio
reservado a los hijos de familias acomodadas. A aquella época en la que para
encontrar trabajo había que irse a Alemania. A aquellos años en los que abortar
era un lujo que se podían permitir sólo las muchachas de bien, es decir, de
clase media alta. A aquellos días en los que los niños tenían que estar con los
niños y las niñas con las niñas en las escuelas y para aprobar debían aprenderse
el catecismo de pe a pa, así como no olvidar nunca el “Ave María Purísima, sin
pecado concebida”, por si acaso.
Y,
ahora, para colmo, como si no nos bastara con que nos enmiende la plana una
semana sí y la otra también, Merkel, la Comisión o el BCE, nos da su tirón de
orejas, recomendándonos que abaratemos el despido y bajemos los salarios, el
FMI. Precisamente, una de las instituciones que mayor responsabilidad tiene
ante lo que ha pasado y está pasando en el mundo. Sobre todo en lo que al
desbarajuste en las finanzas y el caos económico se refiere.
A este paso me temo que esta gente que maneja el cotarro no va a dejar títere con cabeza. Y no parece qué les importe un pimiento. Claro, como todos ellos gozan de sus buenos sueldos y sobresueldos, pensiones vitalicias aparte, a los demás que nos den. A fin de cuentas, toda la vida de Dios ha habido ricos y pobres –¿no? – y es inevitable que los siga habiendo.
A este paso me temo que esta gente que maneja el cotarro no va a dejar títere con cabeza. Y no parece qué les importe un pimiento. Claro, como todos ellos gozan de sus buenos sueldos y sobresueldos, pensiones vitalicias aparte, a los demás que nos den. A fin de cuentas, toda la vida de Dios ha habido ricos y pobres –¿no? – y es inevitable que los siga habiendo.
21 de junio de 2013
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