Me
sorprendió el pasado martes, y no puedo decir que gratamente, la movilización
policial que se produjo en Los Barrios a raíz de la visita de don Miguel Arias
Cañete y don Juan Manuel Moreno Bonilla. Si les digo la verdad, en la edad que
tengo jamás había visto por el centro de esta localidad una reunión de fuerzas
del orden como la que hubo ese día para éstos y otros gerifaltes peperos. Ni
siquiera para actos multitudinarios de mayor enjundia. Al menos que yo
recuerde. Exceptuando, eso sí, la convocatoria de algún que otro pleno de los
más polémicos presididos hasta la fecha por Jorge Romero como alcalde y para
los que se ha contado incluso con los “goap”, que son como los “geos” pero en
versión local, además de cuantiosos efectivos de la Guardia Civil.
Con
motivo de dicha visita, créanme lo que les digo, por poco no se junta en la
Plaza de la Iglesia y sus alrededores más números del instituto armado,
brigadillas y policías que para la Romería del Santo Patrón, que, por cierto,
aunque ya no se proclame, sigue siendo celebración de Interés Turístico
Nacional. Hicieron acto de presencia varios vehículos de la Benemérita, de la
Policía Municipal y probablemente también alguno de la Secreta y se cortaron
nada más y nada menos que tres calles a la circulación de automóviles y de
peatones. Tanto que no me equivocaría mucho si afirmo que hubo por allí más agentes
de la autoridad que ciudadanos de a pie.
Y todo
esto a santo de qué, se preguntarán ustedes. Pues a santo de que se inauguraba
la nueva y flamante sede del Partido Popular barreño. Un evento que, aun pudiendo
considerarse de cierta importancia cívica, no era institucional, no tenía pinta
de atraer la atención de una multitud tan numerosa y abultada como para
entrañar riesgo y que no creo mereciera el exagerado despliegue en seguridad
que se llevó a cabo, ni aunque los militantes de esta formación hubieran
corrido con los gastos echando mano de sus bolsillos. Pues todo el mundo sabe
que la Villa de Los Barrios ni tiene una población que se caracterice por ser
muy contestaria, revolucionaria o conflictiva, ni es un lugar que se distinga por una alta concentración
de actividad criminal o terrorista, que yo sepa.
En mi opinión,
creo que se produjo todo un dispendio injustificable de medios materiales y
humanos para la vigilancia de lo que no fue más que el sencillo acto preelectoral
de un partido político, que, todo sea dicho, antes de 2011 apenas gozaba de
relevancia social en el municipio.
Aunque
lo que me parece más grave aún es que dicho despliegue no se efectuara para velar
por la integridad de los personajes públicos que acudieron a la cita como
protagonistas, y que no son precisamente lo que se dice ídolos de masas. Sino
para que los miembros de la llamada Plataforma de Despedidos del Ayuntamiento –¡qué
miedo que dan, Señor!– no les afearan la ceremonia y les aguaran la fiesta.
Cosa que consiguieron sólo a medias.
Se me
ocurre que, si Susana Díaz hubiera contado con la mitad de las medidas de
seguridad con las que contaron aquí el exministro y el presidente de los populares
andaluces, el pasado mes de octubre los alcaldes malagueños del PP no habrían
podido zarandear el coche oficial de la presidenta como lo zarandearon durante
la conmemoración del décimo aniversario del Museo Picasso de Málaga.
Estoy casi seguro de que el dispositivo policial
organizado en Los Barrios tuvo hasta nombre. Tal vez algo así como “Operación
Cañete”.
La Verdad del Campo de Gibraltar, 12 de mayo de 2014