jueves, 15 de agosto de 2013

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miércoles, 14 de agosto de 2013

M. Rajoy versus E. Aguirre


Si yo fuera Rajoy, no me fiaría de quienes a diario tengo al lado. Y menos aún de aquéllos que más me doren la píldora. No me fiaría de ningún ministro del gabinete. O de casi ninguno. Por no fiarme, no me fiaría ni de mi mismo. En política más que en ningún otro ámbito de la actividad humana, probablemente, se prodiga mucho lo de la puñalada trapera. El peor enemigo de nuestro actual presidente del gobierno no es el PSOE. Ni IU ni ningún otro grupo de la oposición. Tampoco Cayo Lara, Artur Mas o Rubalcaba, por citar a algunos de los rivales que más podrían provocarle dolores de cabeza. Ni siquiera Bárcenas. ¿Quién  lo diría? Su peor enemigo es la señora Doña Esperanza Aguirre, que clama al cielo todos los días, por la mañana, por la tarde y por las noches también, para quitarse de en medio a don Mariano y postularse a fin de sustituirlo al frente de los populares, en tanto Aznar le ayuda en lo que puede.
Sus ambiciones no se vieron colmadas siendo presidenta de la Comunidad de Madrid y parece que la ocasión se la pintan calva. Después de todo, las desavenencias entre ambos vienen de lejos. Desde antes de aquel decimosexto congreso nacional celebrado en Valencia. ¿Quién sabe? Lo mismo lo del accidente en el helicóptero que ambos sufrieron fue todo un montaje para darle al hombre un susto de muerte. ¡Y digo que si se lo dieron! Normalmente, el peligro dentro de la casa de uno suele ser más de temer que el peligro que pueda acechar fuera. Frente al de la calle toma uno sus precauciones, pero bajo tu techo lo habitual es que te pille desprevenido. Eso sí, a menos que se sea algo así como un Salman Rushdie o un capo de la Cosa Nostra arrepentido y hayan puesto precio a tu cabeza hasta los tuyos.
No son pocos los que, desde que se destapó el tema de los papeles del extesorero del PP, miraron con recelo hacia la que hasta hace no mucho fuera presidenta de Madrid. Hay quien piensa – en mi opinión, con motivos sobrados– que la señora Aguirre es la que está detrás de este feo asuntillo. Y hay quien interpreta, además, el abandono de su cargo al frente de la presidencia de la comunidad madrileña dentro de ese contexto. Bien como paso previo, a iniciativa propia, dentro de su hoja de ruta hacia el anhelado liderazgo del partido en el gobierno. O bien porque el propio Rajoy le presionó para que se largara y ella le hizo caso, reservándose –eso sí– su derecho a, tarde o temprano, pedirle cuentas.
Sea o no exactamente así la cosa. Lo que nadie puede poner en duda es lo sospechosamente animada que se le ve últimamente a la señora y cómo saca pecho exigiendo explicaciones y responsabilidades cual si fuera la única y auténtica adalid que combate la corrupción entre los suyos. Algo que seguro que no se cree ni ella, por cierto. Aunque se presente ante los medios como si poco menos que de la Inmaculada Concepción se tratara. O como si en Madrid no hubiera habido nunca ninguna clase de chanchullo ni escándalo, la trama Gurtel no hubiera existido y el AVE no parara en Yebes, provincia de Guadalajara.
Puede que haya quienes lo han olvidado, pero la que ahora –haciendo honor a su nombre– parece aspirar a convertirse en la nueva esperanza de un PP muy tocado ya se mostró en el pasado poco escrupulosa en lo que a montar tejemanejes se refiere. No hay más que recordar la historia del llamado “tamayazo”.
Para mí que, como Luis El Cabrón y Pedro J. sigan apretando las tuercas, en breve vamos a tener nuevo inquilino en La Moncloa. Atentos a Gallardón o a Sorayita. Si es que no hay por ahí un tapado o una tapada aguardando su turno. Y nuevo jefe –o jefa debería decir, para ser más exacto– al frente de los “peperos”.


12 de julio de 2013

De misa la mitad

En cuanto a la trama de espionaje puesta al descubierto por Edward J. Snowden no puedo decir sino prácticamente lo mismo que ya dije con motivo del escándalo destapado por Julian Assange a través de Wikileaks. Nuestras autoridades –y cuando hablo de nuestras autoridades me refiero no sólo a las españolas, sino también a las alemanas, francesas, italianas, etcétera– quieren convencernos de que por aquí nadie estaba al tanto del asunto. Si esto fuera verdad, cosa que dudo mucho, una de las conclusiones que podría extraerse, y harto preocupante, por cierto, es que la seguridad del Viejo Continente (es decir, de potencias como Alemania, Francia, Italia, España, etc) deja mucho que desear y está en manos de unos incompetentes.
Para mí lo sorprendente no es que los servicios secretos de Estados Unidos, y de paso los británicos, hayan espiado a jefes de estado, ministros y responsables políticos de otros países, hasta los aliados. Lo auténticamente sorprendente sería que esto nunca hubiera sucedido. Y más aún cuando, con sus filtraciones de hace algo más de dos años, Wikileaks ya nos ponía sobre la pista.
¡Si la afición humana al chismorreo se practica desde que el mundo es mundo! Y lo de seguir y vigilar no sólo a enemigos, sino a amigos susceptibles de convertirse en tales, también. Desde tiempos de los hititas. Y ello a pesar de que los medios técnicos para esos menesteres eran por entonces muy limitados. ¡Cómo no a día de hoy que tenemos a disposición tecnología para llevar a cabo auténticas virguerías en ese campo!
No creo que haya un Gran Hermano que controle nuestros movimientos, y nunca lo he creído, pero, desde luego, sí creo, y es evidente, que hay un seguimiento cada vez más eficiente, continuado y sistemático de una buena parte de nuestras vidas como ciudadanos que excede lo que podría considerarse necesario, desde el punto de vista político, social, económico y cultural, para la viabilidad de esta civilización de la que somos miembros.
La llamada “Guerra Fría” se quedó atrás, terminó en el último cuarto de la pasada centuria, aunque dejó una herencia de malos hábitos -de los que parece que no nos hemos librado ni nos libraremos nunca– y prácticas que dan miedo, si se repara mucho en ellas.
Al final va a resultar que, de una u otra manera, ésos a los que a veces nos referimos en tono despectivo como “conspiranoicos” no andan muy mal encaminados. Al menos, hemos de reconocer que motivos más que sobrados hay para muchas de las elucubraciones y sospechas a las que suelen dar pábulo.
Ya lo suponíamos, pero, por si lo habíamos olvidado, el tal Snowden éste ha venido a recordárnoslo. Ni Obama, ni Merkel, ni Cameron y compañía, así como los gobiernos que presiden, lo controlan todo. Y, probablemente, tampoco lo controlaron todo sus antecesores en el cargo. Por encima, e incluso por debajo de esta gente, se sitúan poderes de los estados que escapan al control de los propios estados y actúan en la clandestinidad y con absoluta impunidad, cual leviatanes, saltándose los más elementales principios éticos y democráticos.
No sabemos de misa la mitad. Y, ¡ojo!, que cuando el río suena, agua lleva…

5 de julio de 2013

Supermán

El pasado martes estuve en el cine. Hacía mucho que no iba. Demasiado para alguien que, como es mi caso, siempre se las dio de cinéfilo. Tanto que ni siquiera recordaba lo caras que lamentablemente se han puesto las entradas de un tiempo a esta parte. Aunque no es ése el tema al que voy a referirme, sino a la peli que elegí  ver, por si mi parecer sobre la misma pudiera ser de utilidad para quien no tenga otra cosa mejor que hacer y se moleste en leer este artículo.
Se trata de la última de Supermán. No quería perdérmela. Soy fan del personaje. Desde que vi aquella magnífica producción de 1978, con banda sonora de John Williams, dirigida por Richard Donner. Todo un clásico de la cinematografía. Y las tres que a ésta siguieron en la década de los 80. Puede sonar un tanto infantil, si quieren, pero me fascina la historia de este superhéroe. Más que la de ningún otro. Consideraciones ideológicas aparte. No en vano es de los primeros de su clase y quizá el más genuino. Todo un icono cultural que habría de trascender las fronteras de los Estados Unidos después de su nacimiento en los años 30 del pasado siglo.
Pues bien, la decepción que me llevé viendo “Man of steel” (El hombre de acero), el nuevo y último remake, si como tal puede calificarse, fue enorme. Tanto que no la recomiendo. La película es un horror. Espantosa. No entiendo cómo una producción así puede llegar a batir récords de recaudación y taquilla. Bueno, sí que lo entiendo. Las campañas de promoción hacen milagros y causan efecto en un público, puede que más formado que el de antaño, pero desde luego sí que mucho menos cultivado. La preocupación por la obtención de beneficios en la difusión del séptimo arte estuvo presente prácticamente desde sus inicios, pero es que hay veces en que dicha preocupación raya en la obscenidad. Y esta renovada, aunque desafortunada, versión sobre la historia del superhombre procedente de Krypton puede tomarse como otra clara muestra.
Más que un film parece el anuncio en largometraje de un nuevo videojuego para la play station. Yo diría que es tan horrendo como los de la segunda saga de la Guerra de las Galaxias, si no más. Russel Crowe y Kevin Costner cumplen con su cometido como estrellas, pero no lo salvan.
Zack Snyder, como director, y David S. Goyer, como guionista, simplemente la cagan. Aunque, eso sí, no creo que este pequeño detalle les importe mucho, teniendo en cuenta la pasta gansa que se estarán embolsando gracias a su trabajo para esta cinta. Y la cagan, en mi opinión, no sólo por todo lo dicho, sino porque encima maltratan tanto lo que es la esencia como el encanto de la historia y su protagonista, jugándosela a ser originales, cuando la búsqueda de la originalidad es un riesgo que en el terreno de la creación artística no está al alcance de cualquiera. Por no estar, “Man of steel” no está ni a la altura de “Superman Returns” (2008), que también resultó un completo fiasco, lo que ya es mucho decir.
Uno se cansa de la espectacularidad de unos efectos especiales de carácter virtual que carecen de mérito –para colmo dura más de dos horas– y echa en falta, por ejemplo, la presencia de Clark Kent, el periodista torpe y despistado que se desvive por su compañera Lois Lane, así como la relación tipo comedia de ambos.
Estoy convencido de que Supermán se identificará todavía durante muchos años en el imaginario colectivo con el malogrado Christopher Reeve, que, por cierto, bordó el papel como nadie. Diríase que nació para representarlo. Igual que Tarzán se identifica con Johnny Weissmüller y Drácula con Bela Lugosi o Christopher Lee.
¿Qué quieren que les diga? Además de romántico y mitómano, soy un carca que siente nostalgia de los viejos comics y tebeos y del cine que antes se producía.

28 de junio de 2013

Toda la vida de Dios ha habido ricos y pobres

Me llamó la atención lo que le oí comentar el pasado domingo al ministro de Asuntos Exteriores en El Objetivo, el nuevo programa de Ana Pastor, en la Sexta TV. Para defender la marca España presumió el hombre de que el nuestro es el primer país de Europa, y el segundo del planeta, en cuanto a kilómetros de vía férrea para trenes de alta velocidad. ¿Alguien se podía imaginar que esto fuera posible hace tan sólo 20 años? Y presumió también de nuestro sistema de atención sanitaria, incluso a pesar de los recortes. El tercero del orbe civilizado en cobertura y calidad vino a decir, aunque con otros términos, sin morderse la lengua.
He aquí una de las causas de nuestra deuda pública –no más elevada que la que arrastran los principales países europeos– y he aquí igualmente parte de la herencia de la que el Gobierno de don Mariano Rajoy tanto se ha quejado hasta la fecha. Como ya he afirmado en alguna otra ocasión al referirme a este mismo asunto, para evaluar la economía de un estado no sólo se ha de mirar hacia lo que debe como tal, sino también hacia lo que posee. En esto tenía y tiene el señor ministro más razón que un santo.
¡Qué lástima que algunos de los que son sus compañeros de filas, tanto en su partido como en el ejecutivo, no hubieran defendido tales ideas en el exterior con igual ahínco cuando hace dos, tres y cuatro años estaban en la oposición! Tal vez otro Margallo nos hubiese cantado. O quizá no. ¡Y qué lástima que argumentos de ese tenor no hayan pesado, o no, al menos, lo suficiente, a la hora de echar mano a las tijeras para ajustar el presupuesto!
Para mí que el problema no está ya tanto en el legado que el actual gobierno recibió sino en el que entregará al que le sustituya como continúe por la actual senda. Aun siendo consciente de que el progreso nunca es lineal, hace no mucho se veía como algo poco probable el riesgo de una involución. Tanto que incluso la propia palabra –¡qué ingenuidad la nuestra!– sonaba a algo así como tema de novela o película futurista made in Hollywood. Tal era el optimismo reinante. Sin embargo, ya ven, nada más lejos de la realidad. A juzgar por lo que en el último lustro ha venido y viene ocurriendo, con la crisis como pretexto. La cosa está pasando de castaño a oscuro y vamos para atrás, como los cangrejos, o como “la perala”, que diría mi abuela.
Regresamos a aquellos tiempos en los que estudiar en la Universidad era un privilegio reservado a los hijos de familias acomodadas. A aquella época en la que para encontrar trabajo había que irse a Alemania. A aquellos años en los que abortar era un lujo que se podían permitir sólo las muchachas de bien, es decir, de clase media alta. A aquellos días en los que los niños tenían que estar con los niños y las niñas con las niñas en las escuelas y para aprobar debían aprenderse el catecismo de pe a pa, así como no olvidar nunca el “Ave María Purísima, sin pecado concebida”, por si acaso.
Y, ahora, para colmo, como si no nos bastara con que nos enmiende la plana una semana sí y la otra también, Merkel, la Comisión o el BCE, nos da su tirón de orejas, recomendándonos que abaratemos el despido y bajemos los salarios, el FMI. Precisamente, una de las instituciones que mayor responsabilidad tiene ante lo que ha pasado y está pasando en el mundo. Sobre todo en lo que al desbarajuste en las finanzas y el caos económico se refiere.
A este paso me temo que esta gente que maneja el cotarro no va a dejar títere con cabeza. Y no parece qué les importe un pimiento. Claro, como todos ellos gozan de sus buenos sueldos y sobresueldos, pensiones vitalicias aparte, a los demás que nos den. A fin de cuentas, toda la vida de Dios ha habido ricos y pobres –¿no? – y es inevitable que los siga habiendo.

21 de junio de 2013 

El caso de los eres

Le debo un artículo al muy lamentable asunto relacionado con la llamada trama de los eres desde hace tiempo. En más de una ocasión he hecho referencia al mismo y he apuntado qué es lo que pienso al respecto. Pero tenía pendiente dedicarle una reflexión más atenta, en la medida en la que el espacio semanal en este diario me lo permite, y de hoy no pasa.
Vaya por delante que mi opinión no puede ser otra que la que tiene la gran mayoría de la gente. Aunque se da la circunstancia de que, a diferencia de algunos o de muchos, en mi caso la cuestión me duele más por aquello de que soy un socialdemócrata casi, casi, casi convencido y el gobierno de la Junta de Andalucía ha sido, se supone, y lo sigue siendo, con toda probabilidad ahora más que nunca, de corte socialdemócrata precisamente.
Como a todo hijo de vecino, me parece bochornoso que se haya permitido el desvío de dinero público para fines a los que no estaba destinado, que haya habido malversación y, en definitiva, que toda una caterva de mangantes, a la sombra de nuestra administración autonómica, e incluso con la connivencia de algunos de quienes de un modo u otro la representan, se haya estado poniendo las botas durante unos cuantos años. Tanto si han trincado y se han repartido un millón como si han sido más de cien o de doscientos. No podría alardear de ser coherente, en la medida de mis posibilidades como humano, o de intentar serlo, más bien, como –créanme– yo lo intento, si me pronunciara en términos muy distintos a los que hasta aquí lo he hecho.
Comparto también –¡faltaría más!– la opinión de quienes consideran que por la existencia de esta trama delictiva más de uno debería de asumir responsabilidades políticas, además de apechar con las penales que correspondan. Por acción o por omisión, pero debería asumirlas. Y lo siento en el alma. No porque los posibles afectados sean familiares, allegados o amigos, sino porque temo pueda tocarles la china a personas que durante años se dedicaron con honradez, honestidad y tesón a la actividad pública y no lo merecen.
 Otra cosa que no sea eso supondría tomarles el pelo a los ciudadanos. Y los ciudadanos, entre los que me incluyo, estamos ya hasta el gorro de que se nos tome el pelo y, encima, con descaro y hasta con recochineo.
Me van a permitir, no obstante, y después de haber cargado las tintas contra los presuntos culpables, que añada alguna que otra última consideración. Y no para quitar hierro a lo expuesto, sino para puntualizar y tratar de ser parcialmente imparcial, o imparcialmente parcial, si lo prefieren, es decir, más o menos justo en mis apreciaciones.
Que el dinero relacionado con la llamada trama de los eres procede de una partida incluida en los presupuestos anuales de la Junta y, por tanto, aprobada por la cámara de representantes andaluza, no de Dios sabe dónde. Que el plan fue diseñado –es verdad que más mal que bien– para socorrer a empresas en crisis y a sus empleados, en situaciones ante las que había que actuar con urgencia, y no para el enriquecimiento de unos pocos, aunque también esto haya ocurrido. Y que de dicho plan se han beneficiado desde su puesta en marcha unos seis mil trabajadores, de los que no más de un centenar, según tengo entendido, recibieron ayudas sin que les correspondiera, tema de las comisiones aparte
¿Qué quiero decir con esto? Algo muy sencillo: Que el propósito del sistema de ayudas establecido por el gobierno andaluz era en sí loable y que lo que ha fallado son los procedimientos. Esta conclusión no exculpa a los supuestos delincuentes que aprovechándose de su cargo o de su posición metieron en el cajón la mano, pero sí salva de la quema, al menos en parte, la iniciativa en sí como tal y a quienes en un principio, de buena fe, la promovieron.

14 de junio de 2013

Cáritas

Si alguien me pregunta qué opino acerca de que el Gobierno de la Junta de Andalucía haya reducido la partida del presupuesto destinada a Cáritas Parroquial en los tiempos que corren, mi respuesta no puede ser otra que la que sigue. Me parece todo un despropósito, un craso error. O, si lo prefieren, una grave metedura de pata.
Ahora bien, dicho esto, la decisión de la Junta respecto a esa reducción y la campañita que el PP andaluz se ha montado a cuenta de lo mismo merece, cuando menos, una reflexión. Y, aunque no la merezca, yo se la dedico.
Es verdad que la administración autonómica destinó a los programas de empleo del citado colectivo en 2011 un millón de euros y lo que destinó a ese mismo fin en 2012 fueron tan sólo 110.000 euros. Pero también es verdad que dicha partida se vio reducida, al igual que se han visto reducidas otras muchas, como consecuencia de esta era de la austeridad decretada desde Bruselas y desde Madrid –por la imperiosa necesidad de contener el déficit a toda costa– en la que andamos sumidos.
Resulta, no obstante, un tanto tendencioso poner de relieve ese dato –el de la reducción de la partida destinada a Cáritas– y pasar por alto los esfuerzos que el Gobierno de la Junta ha hecho por tocar lo mínimo la sanidad, la educación o la ayuda a la dependencia. Así como las dos importantes iniciativas legislativas que muy recientemente se han adoptado, tanto para frenar los desahucios como para combatir la pobreza y la exclusión. Medida esta última a la que se destinan 120 millones de euros. Después de todo, más del 70 por ciento de los fondos de Cáritas proceden de donativos de particulares y la aportación de la administración autonómica andaluza, aun siendo importante, representa poco en el total de su financiación.
No seré yo quien reste valor a la actividad en favor de los que más lo necesitan que desarrolla esta ONG vinculada a la Iglesia. ¡Faltaría más! Tanto que toda cantidad que se le asigne desde el Estado y desde las CC.AA. me parecerá siempre poca e insuficiente. Pues soy de los que piensan que los poderes públicos han de erigirse en los principales resortes para combatir el hambre, el paro, la miseria y trabajar por la igualdad y la cohesión. La justicia social no puede ni debe depender única y exclusivamente de la mayor o menor generosidad de la gente, como, en realidad, algunos que yo me sé quisieran. Ésa es la filosofía del liberalismo y el neoliberalimo (“laissez faire, laissez passer”), no la filosofía de la izquierda. Al menos de la izquierda tal y como yo la entiendo. La caridad está muy bien y hay que fomentarla. Aunque sea más útil para aliviar la conciencia del que da que la desesperanza del que recibe. Pero no se cambia el mundo con limosnas. Al contrario, diría que lo que se consigue es que nada cambie y que todo siga igual.
Es una ironía, y de muy mal gusto, que sea el PP –un partido para el que todo gasto social es poco menos que sinónimo de despilfarro– el que salga a dar lecciones sobre cómo han de llevarse a cabo las políticas de cooperación y solidaridad. Como si no hubieran sido ellos los que –con razón o sin ella– más han contribuido, y no sin entusiasmo, a los mayores recortes que hasta ahora se han producido en Andalucía y en España.
Ya sabemos para quien suele pedir el voto en este país la Conferencia Episcopal,  pero, ¡ojo!, no por ser más de derechas ni ir más a misa se es más creyente ni mejor cristiano. Aunque todavía haya quien así lo crea. 

7 de junio de 2013

Poco menos que un espejismo

Esta semana, y sin que sirva de precedente, me van a permitir que le eche un capotazo al gobierno de Rajoy. Para compensar por todas esas ocasiones que lo hago blanco de mis críticas. A santo de qué se preguntarán ustedes. A santo de qué no sabría decirlo con exactitud. Pero sí a cuento de las declaraciones que días atrás, en una entrevista ofrecida a Antena 3 TV, realizaba el actual presidente de honor del PP, dejando, por cierto, en no muy buen lugar al ejecutivo de don Mariano y a muchos de sus compañeros de partido.
Aznar parece no haberse enterado de que no sólo formamos parte de la UE sino que participamos de la moneda única. Como si ni él ni el gobierno que en su momento presidió hubieran tenido nada que ver en nuestra incorporación al euro, con las ventajas y los inconvenientes que tal paso habría de llevar consigo.
El expresidente quizá no se ha dado cuenta de que no estamos en la década de los 90 del pasado siglo sino en la segunda década del siglo XXI. Y, si se ha dado cuenta de este detalle, obvia, no obstante, que, como miembro de la Unión Europea, España está obligada a cumplir con unos determinados compromisos. Lo de tirar de la demagogia siempre tiene su efecto y el señor Aznar bien que puede dar fe de ello, porque fue un recurso del que echó mano innumerables veces, tanto cuando estuvo en la oposición como cuando tuvo la responsabilidad de gobernar, sin mucho sentido de estado, todo sea dicho.
Dos son las principales herramientas de las que, en condiciones normales, dispone un gobierno para dirigir, en la medida de lo posible, la economía de un país mientras juega a hacer equilibrios y malabarismos con los números: la política presupuestaria y fiscal, por un lado, y la política monetaria, por otro. Pues bien, la monetaria, como todo el mundo sabe, no depende de lo que se decida en Madrid sino en Frankfurt, sede del BCE. O quizá debería decir Berlín. Y con la fiscal y presupuestaria, que es a través de la cual se puede incidir en el déficit, ocurre prácticamente casi otro tanto de lo mismo. Hoy ya no tenemos banco para inyectar dinero a nuestro sistema económico en función de las necesidades coyunturales, ni peseta que devaluar. Para bien más que para mal, creo yo, a pesar de la que últimamente nos ha caído y la que nos sigue cayendo.
El señor Aznar acostumbra a sacar pecho cuando hace balance de los ocho años que ocupó el Palacio de la Moncloa y hay mucho analista de pacotilla que le sigue la corriente. Presume de que ese período, el que va desde 1996 a 2004, fue el de mayor prosperidad y crecimiento en toda la historia de España, lo cual es, en parte, cierto.
Calla, sin embargo, que dicha prosperidad se debió también al proceso lógico de apertura e internacionalización de nuestra economía, a unos niveles hasta entonces desconocidos. En un período que coincide, además, con un crecimiento continuado de la economía mundial y cuando ya estaban más que sentadas las bases de un estado del bienestar, el nuestro, que había empezado a gestarse en los 70. Como calla igualmente que fue durante esos ochos años cuando se fraguó la burbuja que después habría de explotarnos en la cara con la virulencia con la que lo ha hecho.
Es decir, que, visto lo visto, ese espectacular desarrollo del que todavía se vanagloria, cuando puede, el presidente de honor del PP, y del que incluso se habría de vanagloriar ZP los años que le tocaron en suerte, hasta la irrupción de la crisis, en realidad resultó ser todo un fiasco, poco menos que un espejismo.


31 de mayo de 2013

Una lanza por Pepe Chamizo

Lamento que José Chamizo no siga como Defensor del Pueblo Andaluz. Y no porque sea paisano. O porque en el pasado haya sido beneficiario de algún que otro favor suyo. Llevo gafas pero no soy tan estrecho ni corto de miras, creo. Y se me puede acusar de muchas cosas, pero, desde luego, no de mezquino. Digo yo que, tan necesitados como estamos de consensos entre las principales fuerzas políticas con responsabilidades de gobierno en nuestra comunidad, bien podrían haberse puesto de acuerdo en alguna que otra cuestión más urgente y perentoria para los andaluces y no precisamente en la no renovación de Pepe. Uno de los personajes relacionados con la cosa pública más estimados por los ciudadanos y que, como tal, ha hecho también de la institución a la que durante 17 años ha estado representando la más valorada. Algo que en un tiempo como el actual en el que la gente mira con recelo a la mayor parte de las instituciones de este país, y las tiene en entredicho, no es poco.
A Pepe hay que disculparle la salida de tono que pudiera protagonizar el pasado miércoles tras conocer la noticia de su cese. Una mala tarde la tiene cualquiera. En el ámbito político, por ejemplo, ha habido destacadas personalidades que las han tenido por decenas y, aun así, a pesar de haber actuado como auténticos mamarrachos, o haber dicho barbaridades, algunos han llegado a ministro y otros incluso a presidente. Por unas declaraciones desafortunadas no se puede tirar por tierra la labor admirable e impecable que Chamizo ha desarrollado al frente de la Oficina del Defensor Del Pueblo Andaluz desde 1996. Sería injusto e inmerecido.
Coincido plenamente con quienes consideran que a Pepe se lo han cargado porque resulta incómodo para eso que los ingleses y los americanos llamarían el establishment –el establishment andaluz, en este caso– y nosotros, los poderes fácticos, o algo así por el estilo. Es decir, muy molesto para los que más mandan. Esa, digamos, élite social –entre la que la hipocresía campa a sus anchas– que opina que el curita de Los Barrios se ha pasado de la raya y no se le puede consentir ni una más. No es de extrañar que haya sido el PP y una parte del PSOE los que más han abogado por su marcha.
Este barreño singular, progresista, que no se  casa con nadie –y no por aquello de su celibato obligado como sacerdote–, con pinta de poeta romántico y libertario, tendrá sus defectos, faltaría más, como los tiene todo hijo de vecino, pero ha sido un hombre que ha destacado por su compromiso con los más desfavorecidos, los más necesitados, y por su calidad humana, allá por donde ha pasado. Y, desde luego, nadie podrá negar que ha dignificado el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz que durante casi dos décadas ha ejercido.
No digo que no haya en nuestra comunidad personas que puedan desempeñar la misión vinculada a dicho puesto con igual eficacia. Pero la ausencia de Pepe va a dejar un vacío difícil de llenar y estoy convencido de que va a estar en la memoria de una gran mayoría de los andaluces durante muchos años.
Lo bueno de todo esto es que recuperamos al cura Chamizo, con todo su bagaje, para otros menesteres que, a buen seguro, van a estar relacionados con el fomento de la cooperación y la solidaridad. Y, quién sabe, quizá también para la política. Él me decía a esto que no en una entrevista el pasado mes de abril. Pero, desde luego, no vendría nada mal para una actividad tan denostada últimamente gente de su perfil y de su valía.

24 de mayo de 2013

La locura del Rey Jorge

Tratándose de quien se trata ya nada o casi nada de lo que diga o haga me sorprende. Lo que no quiere decir que me sea indiferente, ni muchísimo menos. Lo he dicho en infinidad de ocasiones. Hay gestos, miradas, movimientos, acciones que lo queramos o no a todos nos delatan. Me viene a la memoria, por ejemplo, la cara de Rajoy cuando en 2009 le preguntaban por Bárcenas. Aunque en lo que se refiere a quien va a ser blanco de mis críticas en las líneas que siguen la cosa es digna de estudio. Cada día me inclino más a pensar que, si bien tiempo ha quiso ser torero, ya en su subconsciente, y probablemente desde crío, se abría paso la convicción  de haber nacido para alcalde de su pueblo. Estoy hablando como ya se habrán podido imaginar ustedes del señor don Jorge Romero, a la sazón, primer edil del municipio barreño. No tanto por mérito propio como por demérito de los contrarios. Sin que suponga esto que digo un intento por restarle valor a su capacidad para ganarse el voto de la gente, ya sabemos muchos cómo, por cierto.
No se preocupen. No voy a llevar a cabo un inventario de las decisiones e iniciativas que en lo político, lo económico, lo laboral o lo administrativo ha adoptado el susodicho desde el 11 de junio de 2011 hasta la fecha. Únicamente voy a centrarme en un último detalle del que acabo de tener conocimiento y que es suficientemente revelador de la personalidad del sujeto.
Por lo visto, resulta que el hombre ha mandado cambiar la decoración de la sala de espera anexa a su despacho y ha sustituido los cuadros con motivos varios que colgaban de la pared por los diplomas enmarcados de los cursillos que en materia de administración local ha tenido la oportunidad de realizar desde que es alcalde. Y, si no se lo creen, no tienen más que comprobarlo ustedes mismos efectuando una visita a la Casa Consistorial y subiendo al segundo piso del edificio.
Nuestra primera autoridad municipal ha transformado la alcaldía en una especie de consultoría particular o bufete. Algo que me causa menos indignación que risa, pero que, en cualquier caso, me parece como mínimo censurable. Un conocido no falto de ironía que me ponía al corriente del tema, antes de que éste se publicase en prensa, me decía el otro día con mucha guasa: “Ortega, sólo falta que en la puerta de esa segunda planta pongan un letrero que diga algo así como: Romero, Andrades & Asociados”.
Admito que todo esto que les cuento no pasaría de la pura y mera anécdota –aunque, eso sí, pura y mera anécdota más que significativa– si no supiéramos nada más del personaje, lo que no es el caso. Para más inri, a la par que ha ido colgando en la pared de dicha sala de espera los múltiples títulos que conforman su muy brillante, extenso y variado currículum ha ido haciendo desaparecer y acumulando en un trastero, como si de basura se tratara, las placas conmemorativas con las que colectivos y entidades han obsequiado a la institución durante los últimos 20 años en la persona de los alcaldes socialistas que le antecedieron en el cargo.
Sobran las palabras. Si a estas alturas todavía hay quien no ha calado a este regidor, singular donde los haya, seguro que terminará calándolo de aquí a 2015. Espero.
Mira por dónde acabo de acordarme de una peli cuyo título me viene que ni pintado para terminar este artículo: “La locura del Rey Jorge”. Al paso que va a mí no me extrañaría nada que antes de irse hasta deje un retrato suyo de cuerpo entero como recuerdo en el salón de juntas del Consistorio. ¿Qué se juegan?


19 de julio de 2013

El secreto de los alemanes

Seguro que más de uno se ha preguntado alguna vez cuál es o cuáles son las claves del éxito económico de los alemanes. Yo, al menos, sí que me lo he preguntado en más de una ocasión. Y sobre esto va precisamente el texto que sigue.
Aunque no se hagan falsas expectativas si se piensan que tras su lectura van a conocer de pe a pa el secreto de tal enigma. ¡Qué más quisiera! Si así fuera, no estaría yo escribiendo estas líneas ahora. Es probable que estuviera ya de asesor del Gobierno en el área de Economía o hasta de ministro del ramo.
Lo que sí voy es a apuntar alguna que otra consideración al respecto y aportar algún dato, por lo demás, ya conocido.
Es verdad que son numerosas y de muy diversa índole las razones que explican que Alemania sea la primera potencia económica de Europa. Y es verdad que muchas de esas razones de las que siempre se hablan rayan en el tópico. Tales como que es un pueblo puntual, laborioso, disciplinado, etcétera, etcétera. Méritos éstos que no va a ser un servidor quien se los reste o se los discuta.
Sin embargo, tampoco es cuestión de ahondar mucho y ser algo así como un sociólogo experimentado, para poner el punto de mira en ciertos y sencillos aspectos que arrojan luz sobre el éxito económico alemán sin que tengamos que remontarnos a los tiempos del Sacro Imperio Romano Germánico, ni muchísimo menos, o llevar a cabo un estudio científico y concienzudo. La cosa es simple, me parece. Se trata de ponerle pragmatismo, imaginación y osadía –para cambiar fórmulas que no funcionan por otras que sí– a la actividad en el mundo de la empresa. Sin  necesidad, por supuesto, de que todo el mundo se convierta en un Einstein de los negocios.
Es posible que, llegados a este punto, todavía haya quien se diga: “¿Y por qué Alemania?”. Aunque la pregunta –a poco que uno se preocupe de enterarse de lo que pasa en el mundo en el que vive– tiene fácil respuesta.
No está de más que fijemos nuestra atención en este país en un momento en el que miramos con recelo hacia nuestro gran socio europeo. El gobierno de Merkel sí puede que tenga algo o mucho que ver en parte de los inconvenientes para superar las dificultades económicas a las que nos enfrentamos. Pero los alemanes, como tales, no. Todo lo contrario, creo yo. De manera que bien haríamos en tomar nota de lo que éstos hacen y dejan de hacer. Especialmente en lo que se refiere a la gestión empresarial y el manejo de los recursos humanos, minijobs y cosas por el estilo aparte.
Por ejemplo, en cuanto a la importancia que dentro de la organización se da al trabajo en equipo, a la motivación personal y profesional y, sobre todo, al trato entre y hacia los trabajadores, a los que se les hace sentirse responsables, útiles y partícipes.  Detalle éste, aparentemente insignificante, que explica, en buena medida, los altos índices de productividad que allá se registran y el elevado grado de compromiso que en cada proyecto o emprendimiento une a empleadores y empleados.
Una tendencia en el ámbito de la organización empresarial  que poco a poco ha ido ganando terreno en la mayor parte de los estados más desarrollados de Occidente. Al menos entre aquellas empresas que han querido romper con viejos esquemas de estructuras anticuadas, piramidales y excesivamente burocratizadas para explorar caminos nuevos.
En el pasado Alemania nos sirvió de modelo para construir nuestro estado democrático y de derecho y en este presente en el que nos encontramos, si hacemos parte de lo que los alemanes hacen, quizá pueda servirnos para retomar la senda de la prosperidad. Está claro que de eso algo más que nosotros saben.


26 de julio de 2013

Cuarto Milenio muestra imágenes inéditas de los documentos conservados en Gibraltar sobre el Mary Celeste

Un equipo del programa se desplazó hasta el Peñón y visitó el Archivo Histórico de la ciudad gibraltareña en el que se encuentran las actas del juicio que tuvo lugar ante la Corte del Vicealmirantazgo británico entre diciembre de 1872 
y marzo de 1873


El espacio que presenta Iker Jiménez ofreció el pasado mes de julio un reportaje sobre la historia del Mary Celeste. El bergantín estadounidense cuya tripulación desapareció misteriosamente en pleno Atlántico, muy cerca de las Azores, entre noviembre y diciembre de 1872.
Pero lo más interesante es que mostró, podría decirse que en primicia, imágenes inéditas de los documentos conservados en el Archivo Histórico de Gibraltar relacionados con el caso: las actas del juicio que tuvo lugar ante la Corte del Vicealmirantazgo británico entre diciembre de 1872 y marzo de 1873.
El programa se emitió el domingo 7 de julio, en Cuatro TV, y el sábado 13 de julio, en Energy, canales ambos del grupo Mediaset.
En dicho reportaje, dirigido por el investigador Pablo Villarrubia, participó el periodista y escritor barreño José A. Ortega, que en octubre de 2011 publicó “El Reino de las Sirenas”, libro cuyo argumento gira en torno al enigma protagonizado por el citado barco. También participó el colaborador del programa Fernando Rodríguez, que, al igual que Ortega, es vecino de Los Barrios, así como otros conocedores del tema.
Además, en el plató, junto a Iker, estuvo el periodista y escritor Francisco García Novell, autor de la obra “Naufragio”, basada en el hundimiento del barco español “Príncipe de Asturias”, que se produjo en aguas de Brasil el 5 de marzo de 1916, y que comentó algunas de las claves en las que se fundamenta el misterio relacionado con el bergantín americano.
El documental fue grabado en mayo. Para ello un equipo de “Cuarto Milenio” se desplazó a la comarca y al Peñón, lugar adonde fue trasladado el Mary Celeste tras ser encontrado a la deriva y desde donde se llevó a cabo la investigación para intentar aclarar lo sucedido.

El misterio

La desaparición de la tripulación del Mary Celeste, en circunstancias bastante extrañas y nunca del todo esclarecidas, es uno de esos grandes enigmas relacionados con el mar y la navegación marítima que ha inspirado como ningún otro la imaginación de cineastas y escritores.
El doctor Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, en los inicios de su carrera literaria, por ejemplo, ya le dedicó un opúsculo al tema, que no haría, por cierto, honor a su nombre, participando en un concurso convocado por una revista londinense, allá por mil ochocientos ochenta y cuatro.
Y más tarde, en 1935, la Hammer, productora cinematográfica británica, que en la década los 60 pondría de moda el terror gótico, también patrocinó un horrendo film, que, no obstante, hoy día es reliquia para los cinéfilos. Una cinta protagonizada por Bela Lugosi, aquel actor de origen húngaro que habría de hacerse famoso en la década de los 30 del pasado siglo XX interpretando el papel de Drácula, antes de que su carrera se fuera a pique.
Al mando del capitán Benjamin Spooner Briggs, que viajaba junto a su esposa, su hija, de dos años de edad, y siete marineros, el Mary Celeste zarpó desde el puerto de Nueva York rumbo a Europa  el 7 de noviembre de 1872.
Un mes más tarde, exactamente entre el 4 y el 5 de diciembre de 1872, la nave, que transportaba en su bodega 1.701 barriles de alcohol industrial con destino a Génova (Italia), fue hallada completamente abandonada muy cerca de las Azores por otro buque, el Dei Gratia, que capitaneaba David Reed Morehouse, casualmente amigo personal de los Briggs.
Después de comprobar que en el Mary Celeste no había ni un alma, Morehouse dio orden a algunos de sus hombres para que arreglasen los aparejos de aquel velero encontrado a la deriva, que estaba en condiciones de navegar, y lo trasladaran al puerto británico más cercano, que, dada su posición, era el de Gibraltar.
El objetivo de dicha decisión, no exenta de riesgos para los que la asumieron, era la recompensa por el rescate de aquel barco encontrado: un porcentaje de su valor y el valor de su cargamento, según lo contemplado en las leyes marítimas internacionales para sucesos de este tipo.
Una vez puesto a buen recaudo el bergantín, y entregado a la autoridad, el capitán Morehouse reclamó la indemnización que le correspondía por el salvamento y como consecuencia de ello se abrió una causa ante la Corte del Vicealmirantazgo en la plaza gibraltareña, de la que se haría eco la prensa más importante de la época. Un proceso que más que lograr aclarar los hechos lo que consiguió fue dar pie al nacimiento de la leyenda, una de las más célebres, con navío fantasma o maldito de por medio.

Las teorías

Para tratar de explicar la desaparición ya desde un principio se barajaron diversas teorías, algunas de ellas no poco descabelladas: un posible motín de los propios marineros del Mary Celeste; un abordaje pirata; el ataque de un kraken o pulpo gigante –también hay quien pensó en tiburones–; una pequeña explosión en la bodega y un escape de gas (emanaciones del alcohol etílico); un iceberg  y, bueno, ya en el siglo XX no faltó quien hasta metió de por medio a los platillos volantes y los extraterrestres o a los descendientes de los atlantes, ya saben, los habitantes de la perdida Atlántida.
La hipótesis más razonable es la propuesta por Charles Edey F., autor de la obra más rigurosa y documentada que se haya escrito sobre el tema. Coincide con la que ya planteara Oliver Cobb, primo del capitán Benjamin Spooner Briggs: que el Mary Celeste debió ser abandonado en un momento de pánico incontrolado  y que su tripulación pudo hundirse después en el chinchorro en el que trató de ponerse a salvo, al no lograr alcanzar tierra. Pero sin aclarar del todo cuál pudo ser la causa real del abandono.
La teoría se sustenta en las declaraciones ante la Corte de Gibraltar de los marineros del Dei Gratia y evidencias dadas a conocer por estos en el momento del hallazgo, que parecían indicar una huida precipitada de la tripulación del Mary Celeste.
Es probable que, ante la amenaza que podría suponer un escape de gases –varios barriles se encontraron rotos y vacíos– y el temor a una explosión, el capitán Briggs ordenara el abandono preventivo de la nave, pensando especialmente en las vidas de su esposa y de su hija,  con la idea de volver a bordo si el peligro se disipaba. Y creen que para ello utilizaron una driza con la que amarraron el bote salvavidas a la popa del barco, la misma driza que los tripulantes del Dei Gratia encontraron partida y colgando.
Tanto Cobb como Edey piensan que al partirse el cabo el chinchorro con los diez tripulantes del Mary Celeste quedó a merced del océano y fue en algún momento engullido por las aguas. 
No muy diferente a la que propuso ante la Corte del Vicealmirantazgo Oliver Deveau, el primer  oficial del Dei Gratia, que, aplicando el sentido común, afirmó estar convencido de que la tripulación debió abandonar el barco por creer erróneamente que este se iba a pique y así lo declaró en respuesta a una pregunta del tribunal.
La prueba clara para inclinarse por esta explicación, en la que se basaría Deveau, estaba en el hecho de que la barra de sondeo fue hallada tirada sobre la cubierta como si hubiera sido usada. Aunque lo cierto es que, cuando el bergantín fue encontrado, el agua acumulada en la sentina no superaba el metro de altura, cosa que comprobó el propio primer oficial del Dei Gratia nada más subir a bordo y toparse con la barra, cabe la posibilidad de que sí hubiera superado ese nivel días antes, como consecuencia tal vez de un fallo momentáneo en las bombas, y eso provocara la comprensible alarma.
Hay que decir que con el paso de los años, y como consecuencia de la repercusión mediática que tuvo, el caso del Mary Celeste se fue viendo contaminado por la difusión de exageraciones, inexactitudes, cuando no falsas verdades, hasta convertirse en el mito que hoy día es.


Demasiado perfecto para ser verdad

No sabía yo que comer en El Copo fuese tan barato. Lo digo porque, que yo recuerde, jamás he comido allí. Me he enterado –quién lo diría–  gracias al señor don Jorge romero, alcalde de Los Barrios, para más señas.
Resulta que te puede salir por nada y menos un buen almuerzo en tan prestigioso restaurante de nuestro municipio. Según se desprende de la nota de prensa a través de la cual el primer edil barreño informa de los gastos pagados mediante su tarjeta visa el pasado mes de julio. Cosa que hace una vez más, todo hay que decirlo, con otro de esos ya acostumbrados teatrales y demagógicos alardes suyos que desvirtúan y trivializan lo que es, o debería ser, el ejercicio de la transparencia.
Puede que a ustedes les haya pasado desapercibido el dato, pero a un servidor le ha llamado la atención el pago de 200 euros en un almuerzo para diez comensales, se supone que todos ellos representantes de la FEMP. Es decir, en un almuerzo que ha costado tan sólo 20 euros por cabeza. Convendrán conmigo que un precio supereconómico tratándose del restaurante del que se trata.
¿Qué quieren que les diga? Para mí, algo posible, desde luego, pero bastante difícil de creer. A menos que el señor Romero y sus compañeros de mesa –en una más que asombrosa muestra de resistencia a la tentación y  elogiable inclinación a la frugalidad­– no se excedieran ese día en el menú, siguieran una dieta estricta  o se beneficiaran de una extraordinaria y envidiable oferta por cortesía del chef o el dueño del local.
Por esa módica cantidad yo no descarto irme por lo menos una vez cada dos o tres semanas con los amigos y paladear algunas de las exquisiteces gastronómicas que don Manuel Moreno incluye en su carta. Simplemente para darme el gustazo. ¡Qué leches!
Ahora que, como sea verdad lo que alguien me ha soplado respecto a este asunto, mucho me temo que para mí lo de ir a darme un festín en tan reputado mesón va a continuar siendo un sueño por algún tiempo más, si es que alguien no me invita antes.
¿Y qué es lo que le habrán soplado a éste?, se preguntarán ustedes. Un detalle nada irrelevante, porque, de ser cierto, pondría al descubierto otra mentira más de quien ahora es alcalde de Los Barrios y en evidencia los extremos a los que puede llegar su cinismo.
Determinado confidente, bien informado, me ha dicho que el día de marras no fueron diez los comensales, sino tres… ¡Adivinen quiénes! Lo que resulta más verosímil y hace que me cuadren las cuentas.
¡Vaya hombre! ¡Y yo que ya me veía en el número 2 de la calle Almadraba de Palmones disfrutando de un rodaballo, una lubina al horno o unas gambas al pil-pil!
Ya lo dice el refrán. Demasiado perfecto para ser verdad. O, lo que es casi lo mismo, demasiado bueno como para creérselo.


7 de agosto de 2013

El Reino de las Sirenas, ya en formato Kindle

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