Le
debo un artículo al muy lamentable asunto relacionado con la llamada trama de
los eres desde hace tiempo. En más de una ocasión he hecho referencia al mismo
y he apuntado qué es lo que pienso al respecto. Pero tenía pendiente dedicarle
una reflexión más atenta, en la medida en la que el espacio semanal en este
diario me lo permite, y de hoy no pasa.
Vaya
por delante que mi opinión no puede ser otra que la que tiene la gran mayoría
de la gente. Aunque se da la circunstancia de que, a diferencia de algunos o de
muchos, en mi caso la cuestión me duele más por aquello de que soy un
socialdemócrata casi, casi, casi convencido y el gobierno de la Junta de
Andalucía ha sido, se supone, y lo sigue siendo, con toda probabilidad ahora
más que nunca, de corte socialdemócrata precisamente.
Como
a todo hijo de vecino, me parece bochornoso que se haya permitido el desvío de
dinero público para fines a los que no estaba destinado, que haya habido malversación
y, en definitiva, que toda una caterva de mangantes, a la sombra de nuestra administración
autonómica, e incluso con la connivencia de algunos de quienes de un modo u
otro la representan, se haya estado poniendo las botas durante unos cuantos
años. Tanto si han trincado y se han repartido un millón como si han sido más
de cien o de doscientos. No podría alardear de ser coherente, en la medida de
mis posibilidades como humano, o de intentar serlo, más bien, como –créanme– yo
lo intento, si me pronunciara en términos muy distintos a los que hasta aquí lo
he hecho.
Comparto
también –¡faltaría más!– la opinión de quienes consideran que por la existencia
de esta trama delictiva más de uno debería de asumir responsabilidades
políticas, además de apechar con las penales que correspondan. Por acción o por
omisión, pero debería asumirlas. Y lo siento en el alma. No porque los posibles
afectados sean familiares, allegados o amigos, sino porque temo pueda tocarles
la china a personas que durante años se dedicaron con honradez, honestidad y
tesón a la actividad pública y no lo merecen.
Otra cosa que no sea eso supondría tomarles el
pelo a los ciudadanos. Y los ciudadanos, entre los que me incluyo, estamos ya
hasta el gorro de que se nos tome el pelo y, encima, con descaro y hasta con
recochineo.
Me
van a permitir, no obstante, y después de haber cargado las tintas contra los
presuntos culpables, que añada alguna que otra última consideración. Y no para
quitar hierro a lo expuesto, sino para puntualizar y tratar de ser parcialmente
imparcial, o imparcialmente parcial, si lo prefieren, es decir, más o menos justo
en mis apreciaciones.
Que
el dinero relacionado con la llamada trama de los eres procede de una partida
incluida en los presupuestos anuales de la Junta y, por tanto, aprobada por la
cámara de representantes andaluza, no de Dios sabe dónde. Que el plan fue
diseñado –es verdad que más mal que bien– para socorrer a empresas en crisis y
a sus empleados, en situaciones ante las que había que actuar con urgencia, y
no para el enriquecimiento de unos pocos, aunque también esto haya ocurrido. Y
que de dicho plan se han beneficiado desde su puesta en marcha unos seis mil
trabajadores, de los que no más de un centenar, según tengo entendido,
recibieron ayudas sin que les correspondiera, tema de las comisiones aparte
¿Qué quiero decir con esto? Algo muy sencillo: Que el propósito del sistema de ayudas establecido por el gobierno andaluz era en sí loable y que lo que ha fallado son los procedimientos. Esta conclusión no exculpa a los supuestos delincuentes que aprovechándose de su cargo o de su posición metieron en el cajón la mano, pero sí salva de la quema, al menos en parte, la iniciativa en sí como tal y a quienes en un principio, de buena fe, la promovieron.
¿Qué quiero decir con esto? Algo muy sencillo: Que el propósito del sistema de ayudas establecido por el gobierno andaluz era en sí loable y que lo que ha fallado son los procedimientos. Esta conclusión no exculpa a los supuestos delincuentes que aprovechándose de su cargo o de su posición metieron en el cajón la mano, pero sí salva de la quema, al menos en parte, la iniciativa en sí como tal y a quienes en un principio, de buena fe, la promovieron.
14 de junio de 2013
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