Seguro
que más de uno se ha preguntado alguna vez cuál es o cuáles son las claves del
éxito económico de los alemanes. Yo, al menos, sí que me lo he preguntado en
más de una ocasión. Y sobre esto va precisamente el texto que sigue.
Aunque
no se hagan falsas expectativas si se piensan que tras su lectura van a conocer
de pe a pa el secreto de tal enigma. ¡Qué más quisiera! Si así fuera, no
estaría yo escribiendo estas líneas ahora. Es probable que estuviera ya de
asesor del Gobierno en el área de Economía o hasta de ministro del ramo.
Lo
que sí voy es a apuntar alguna que otra consideración al respecto y aportar
algún dato, por lo demás, ya conocido.
Es
verdad que son numerosas y de muy diversa índole las razones que explican que
Alemania sea la primera potencia económica de Europa. Y es verdad que muchas de
esas razones de las que siempre se hablan rayan en el tópico. Tales como que es
un pueblo puntual, laborioso, disciplinado, etcétera, etcétera. Méritos éstos que
no va a ser un servidor quien se los reste o se los discuta.
Sin
embargo, tampoco es cuestión de ahondar mucho y ser algo así como un sociólogo
experimentado, para poner el punto de mira en ciertos y sencillos aspectos que arrojan
luz sobre el éxito económico alemán sin que tengamos que remontarnos a los
tiempos del Sacro Imperio Romano Germánico, ni muchísimo menos, o llevar a cabo
un estudio científico y concienzudo. La cosa es simple, me parece. Se trata de
ponerle pragmatismo, imaginación y osadía –para cambiar fórmulas que no
funcionan por otras que sí– a la actividad en el mundo de la empresa. Sin necesidad, por supuesto, de que todo el mundo
se convierta en un Einstein de los negocios.
Es
posible que, llegados a este punto, todavía haya quien se diga: “¿Y por qué
Alemania?”. Aunque la pregunta –a poco que uno se preocupe de enterarse de lo
que pasa en el mundo en el que vive– tiene fácil respuesta.
No
está de más que fijemos nuestra atención en este país en un momento en el que
miramos con recelo hacia nuestro gran socio europeo. El gobierno de Merkel sí
puede que tenga algo o mucho que ver en parte de los inconvenientes para
superar las dificultades económicas a las que nos enfrentamos. Pero los
alemanes, como tales, no. Todo lo contrario, creo yo. De manera que bien
haríamos en tomar nota de lo que éstos hacen y dejan de hacer. Especialmente en
lo que se refiere a la gestión empresarial y el manejo de los recursos humanos,
minijobs y cosas por el estilo aparte.
Por
ejemplo, en cuanto a la importancia que dentro de la organización se da al trabajo
en equipo, a la motivación personal y profesional y, sobre todo, al trato entre
y hacia los trabajadores, a los que se les hace sentirse responsables, útiles y
partícipes. Detalle éste, aparentemente
insignificante, que explica, en buena medida, los altos índices de
productividad que allá se registran y el elevado grado de compromiso que en
cada proyecto o emprendimiento une a empleadores y empleados.
Una
tendencia en el ámbito de la organización empresarial que poco a poco ha ido ganando terreno en la
mayor parte de los estados más desarrollados de Occidente. Al menos entre
aquellas empresas que han querido romper con viejos esquemas de estructuras
anticuadas, piramidales y excesivamente burocratizadas para explorar caminos
nuevos.
En el pasado Alemania nos sirvió de modelo para construir nuestro estado democrático y de derecho y en este presente en el que nos encontramos, si hacemos parte de lo que los alemanes hacen, quizá pueda servirnos para retomar la senda de la prosperidad. Está claro que de eso algo más que nosotros saben.
En el pasado Alemania nos sirvió de modelo para construir nuestro estado democrático y de derecho y en este presente en el que nos encontramos, si hacemos parte de lo que los alemanes hacen, quizá pueda servirnos para retomar la senda de la prosperidad. Está claro que de eso algo más que nosotros saben.
26 de julio de 2013
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