No sé si a ustedes les pasa, pero a un servidor hay mucho de lo que
está sucediendo últimamente en este país que le huele a podrido. Lo que está
ocurriendo con la Agencia Tributaria, sin ir más lejos. ¿No les parece acaso
sospechoso que en dos años haya habido dentro de este organismo tanto exceso de
dimisiones y ceses? Precisamente durante el período en el que se ha llevado a
cabo una amnistía fiscal, con premio añadido para los defraudadores, como nunca
antes se había visto, y de la que, mira por dónde, se beneficia entre otros el
ilustre Sr. Bárcenas. Y coincidiendo con la etapa de nuestra historia reciente en
la que por primera vez las cuentas de la Corona se ponen en entredicho como no
se habían puesto nunca hasta la fecha. Junto a un cúmulo de coincidencias más,
no menos extrañas, entre las que el
expediente CEMEX podría considerarse mera anécdota. Ya me dirán... ¡Cómo para
no mosquearse!
Aunque para inquietante lo ocurrido con ciertos cambios en la dirección
de las fuerzas y cuerpos de seguridad, tras la llegada de Rajoy a la presidencia,
y muy especialmente dentro de las unidades que se ocupan de la lucha contra la
corrupción. Una labor ésta que desde hace años ha venido siendo encomiable y
gracias a la cual se han puesto al descubierto infinidad de tramas delictivas
en las que han estado implicados políticos de todos los colores. Dichos cambios
no fueron noticia que llegara a copar portadas, en efecto, pero mucho me temo
que cuando menos alguno, o más de uno, fue debido a lo que fue debido. Y no
creo que haga falta ser más explícito.
Lo de la Gurtel, por ejemplo, ha hecho y sigue haciendo mucho daño al
PP. Tanto que estoy convencido de que, si el affaire no se hubiera destapado, otro gallo habría cantado en lo
que se refiere a los mencionados relevos en determinados puestos de mando de la
Policía. Yendo más lejos, estoy por suponer que incluso el tema de los Ere’s no
habría llegado hasta donde ha llegado. Lo que no ha pasado, por suerte para la ya penosa salud de nuestra res pública, y me alegro.
Eso es lo bueno que tiene en democracia la dinámica de los poderes y
los contrapoderes. Está bien que el sistema funcione, más mal que bien, pero
funcione. Aunque sólo sea por intereses. Los intereses en conflicto de los
grupos dominantes, por supuesto, que son los únicos que cuentan.
Yo estoy convencido de que desde que el extesorero popular está en la
cárcel desde Moncloa se tiene que estar removiendo cielo y tierra para eludir
la hecatombe. Tanto o más que para impedir el referéndum de los catalanes, por
lo grave del asunto. Sería un ingenuo si creyera lo contrario. Es más, no sé
por qué, pero al reflexionar sobre todo esto no puedo evitar imaginarme escenas
que me recuerdan a las de películas como El
Padrino. Aunque, está claro, cuestión distinta es que quienes se ocupen de
remover –remover cielo y tierra– consigan su propósito.
¿Qué quieren que les diga? Yo al juez Ruz lo veo algo endeble. A pesar
de que el hombre está cumpliendo. Y soy de los que opinan que, si la causa de
Bárcenas y compañía la llevase una Alaya, o algún otro magistrado que yo me sé,
más de uno del partido que sostiene al actual Ejecutivo estaría temblando, si
es que no lo está aún, o planteándose quitarse de enmedio cagando leches.
No obstante, y así las cosas, la verdad es que yo no sé si resulta más
tranquilizador para los ciudadanos que PP y PSOE se hayan puesto de acuerdo en un
frente como el que se refiere al gobierno de la judicatura.
Por mucho que uno se resista, hay veces que no queda otra que ponerse
en lo peor para dar en el clavo y ésta quizá sea una de ellas. ¿O no? En
cualquier caso, ya lo dice el refrán, piensa mal y acertarás. Y eso, como
habrán podido comprobar, es lo que ando haciendo.
Viva Campo de Gibraltar, 13 de diciembre de 2013
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