Me pregunto si en las asambleas populares que
ha organizado a lo largo de las dos últimas semanas el señor Romero ha hablado
a los ciudadanos de todos los detalles acerca del caso La Gertrudis o sólo de aquello
que le ha convenido. Me pregunto también si les ha aclarado por qué ha
permitido que se quede en manos de un privado el vertedero, que es una
instalación de titularidad municipal valorada en varios millones de euros, y
por qué ha dejado de cobrar la tasa por la recogida, transporte y tratamiento
de residuos inertes. (Esa misma tasa que, según él, los anteriores equipos de
gobierno del PSOE consintieron que se cobrase por debajo de la cuantía
establecida en la ordenanza correspondiente). O si les ha explicado qué puede
pasar en el caso de que, como parece probable, el TSJA declare nulo los
despidos de los 115 trabajadores que echó a la calle en febrero de 2012 y el
Ayuntamiento tenga que cargar con la deuda añadida de unos 7 u 8 millones de
euros acumulada en apenas dos años por mor de su incompetencia. Y me pregunto
todo esto, miren ustedes, porque no he asistido a ninguna. A ninguna de dichas
asambleas quiero decir. Y no he asistido
a ninguna porque he llegado a la conclusión de que exponerme a una sesión de
una o dos horas oyendo decir al actual alcalde de Los Barrios sólo lo que le
interesa, y entre lo que interesa un montón de inexactitudes, o maldades,
cuando no sandeces, es poco recomendable tanto para la salud de mi espíritu como
para la de mi intelecto.
El solo hecho de la convocatoria misma de estas
asambleas ya resulta un tanto mosqueante. Porque, en realidad, tras el supuesto
objetivo de informar a la ciudadanía, y darles la posibilidad de participar en
los asuntos públicos, lo que se esconde es, por un lado, un intento de justificar su ineptitud y su
inoperancia como alcalde y, por otro, un deseo de manipulación de la opinión
pública barreña. Un deseo frustrado, todo hay que decirlo, a tenor del poco
éxito que cada una de las citas ha tenido, según me cuentan.
Con recursos de la institución, valiéndose de
su condición de primer edil y sin el menor pudor, el señor Romero se monta el
espectáculo de estas reuniones con los vecinos para su lucimiento personal,
como ya hiciera el pasado año por estas mismas fechas, y se lleva consigo a los
ediles de su grupo, y –esto sí que no lo esperaba– a los del PP también, para
que le hagan de palmeros. Unos encuentros que, para ser exactos, bien podrían
considerarse mítines, a pesar de que la campaña para las próximas elecciones queda
aún lejos. Y es que, como ya ha demostrado infinidad de veces desde que se
aventuró en el ejercicio de la política, y un
servidor ha comentado en más de una ocasión, su sentido del ridículo es
mínimo, por no decir inexistente, y otro tanto se puede asegurar respecto a su
sentido de lo ecuánime y de lo bueno.
En cuanto al tema de La Gertrudis, por cierto, y
después de sabido que la Audiencia Provincial se ha inclinado por el archivo de
la denuncia que presentó en su día, el hombre todavía no ha dicho ni pío. No ha
convocado ninguna rueda de prensa, ni siquiera para despacharse a gusto como
acostumbra –incluso contra los jueces, si es menester–, y no ha pedido
disculpas a nadie. No ya a las personas que como consecuencia de dicha denuncia
sufrieron la imputación de presuntos delitos no cometidos durante siete años,
sino al pueblo de Los Barrios por los daños causados debido a la paralización
del desarrollo urbanístico de la citada finca y por su pérdida. Aunque, claro,
tampoco se podía esperar otra cosa de alguien que, a pesar de rondar ya los
cuarenta años de edad, proclama algo tan poco inteligente como que si volviera
a nacer haría exactamente lo mismo que hasta ahora ha hecho. Eso no lo diría ni
un santo que no tuviera ningún pecado del que arrepentirse, así que saquen
ustedes sus conclusiones.
La Verdad del Campo de Gibraltar, 18 de noviembre de 2013
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