Me parece
lamentable la situación hacia la que ha derivado el caso de la edil del
Ayuntamiento de La Línea Asunción Barranco. Un trato injusto como el que creo
se le ha dado y se le está dando a esta mujer no es infrecuente que se vea en
el seno de las organizaciones políticas y el PSOE no iba a ser menos. Ahora
bien, lo que sí que no me esperaba es la reacción ante el asunto de Gemma Araujo,
cuya trayectoria sigo desde hace tiempo y tengo en alta estima.
Aunque no
conozco los entresijos de la agrupación socialista linense, he de decir que a
mí todo este asunto me huele a ajuste de cuentas, o a algo así por el estilo. Y
he de decir igualmente que tengo la impresión de que aquí alguien se está
aprovechando de la “desgracia ajena” –dicho sea entre comillas– y de la
coyuntura favorable, con maquiavélico sentido de la anticipación, para quitarse
a una posible rival de en medio. Después de todo, así es como suele funcionar
la cosa en la mayoría de los partidos.
De
Espada, sin embargo, que es otro de los que reparten el bacalao en esta vecina
ciudad campogibraltareña, no puedo decir lo mismo. Y no puedo decirlo, no
porque sienta hacia su persona algún tipo de animadversión, ni nada que se le
parezca. Apenas le conozco. Sino porque ya ha sido causa de decepción para mí
desde que asumió responsabilidades municipales de gobierno y admito que le
tenía en mente como posible blanco de mis críticas. Especialmente, por la poca
sensibilidad demostrada en lo que se refiere a la disolución de Somdeco y al despido
de los trabajadores de dicha empresa.
Puede que
no sean muy afortunados los términos en los que me voy a pronunciar a
continuación, pero lo cierto es que no puedo evitar preguntarme qué tal le
habría sentado a don Francisco que durante el período que estuvo trabajando
para el Ayuntamiento de Los Barrios –haciendo, por cierto, no se sabe exactamente
qué– al delegado de Personal de turno, o tal vez al de Polígonos, se le hubiera
ocurrido darle boleto y mandarlo a la gran puñeta.
No
entiendo que a Asunción Barranco el PSOE, formación a la que representa y
pertenece, le exija la entrega de su acta de concejal. Y menos aún que se lo
exija por el motivo por el que se supone que se lo está exigiendo. Ni lo
entiendo ni pienso en absoluto que esté justificado. Porque, en mi opinión, lo que
la agrupación socialista de La Línea y la dirección provincial tendrían que
haber hecho es salir en su defensa, dar la cara por ella –les caiga más
simpática o menos simpática– y no dejarla a los pies de los caballos como la
han dejado.
La verdad
no creo que Asunción deba hacerse el harakiri por solicitar en su día, como
empleada del Centro de Formación, Empleo y Asuntos Sociales dependiente de Mancomunidad, donde no ocupaba ni ejercía
cargo político alguno, una de las subvenciones
previstas en el convenio colectivo para los trabajadores de esta institución y
a la que como tal tenía también derecho. Una ayuda de la que finalmente ni
siquiera se benefició y que estaba destinada a sufragar una cirugía que tuvo
que practicarse por prescripción médica. Aunque dicha cirugía consistiese en
una liposucción. Ni por el hecho de que fuera ella como responsable del
departamento de Recursos Humanos la encargada de decidir sobre su propia
solicitud, lo cual no pasa de ser una mera anécdota.
Con lo que se viene viendo de unos años para acá en
materia de corruptelas en las administraciones públicas, esto no puede
considerarse más que una minucia y todo lo que le rodea, está muy claro, pura
farsa.
La Verdad del Campo de Gibraltar, 3 de febrero de 2014
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